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Leonardo, Montserrat y el secreto de la Gioconda


Hace cinco años publiqué mi libro titulado "Alto riesgo, los costes del progreso". En ese momento estaba trabajando en un nuevo proyecto editorial: en concreto, un estudio sobre la ideología nazi. Entonces llegó a mis manos un artículo de la revista "Historia y Vida" (número 158, mayo de 1981), escrito por Hilari Raguer, monje de Montserrat y reputado historiador. En este preciado documento se explicaba con mucho detalle un hecho excepcional: la visita de Heinrich Himmler a Montserrat, el 23 de octubre de 1940. Su "cicerone", un monje de apellido Ripoll, escuchó con estupor la siguiente declaración del alto mandatario nazi: "En Montserrat se promulgó la herejía albigense, con la que nosotros (los nacionalsocialistas) tenemos tantos puntos de contacto".

El lugarteniente de Hitler fue a Montserrat siguiendo la pista de Parsifal, el personaje legendario que inspiró el célebre poema de Wolfram von Eschenbach (de alrededor del año 1200). Sesenta años antes, en su ópera "Parsifal" (1882), el compositor Richard Wagner identificaba Montserrat con la no menos legendaria Montsalvat. Himmler, a diferencia de su discípulo Otto Rahn, ubicaba el mítico Grial en esta montaña mágica, habitada desde antiguo por ermitaños y monjes benedictinos. Este hecho provocó en mí cierta expectación, que aumentó cuando supe que por Montserrat habían pasado otros relevantes personajes de la Historia y la Cultura: Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Wilhelm von Humboldt, y quizá Johann Wolfgang von Goethe. Todos ellos en busca de un mismo objetivo: su iluminación.

Goethe, en su poema titulado "Geheimnisse" (Los Misterios), describe un enclave idéntico al de Montserrat. En un pasaje de esta obra llama Rosacruz (Rosenkreuzer) al valle donde se ubica el monasterio. En 1816 aclaró, en el diario "Morgenblatt", que la idea original del poema era "conducir al lector a través de una especie de Montserrat ideal".

Ignacio de Loyola (fundador de la Orden de los Jesuitas) interrumpió su viaje a Montserrat, camino de Jerusalén, y permaneció en el monasterio y sus alrededores varias semanas, en las que renunció a la carrera militar, regaló la espada y armadura, y aprendió lo esencial de su doctrina (los conocidos "Ejercicios Espirituales"), con el apoyo de un monje llamado Dom Chanon.

Francisco de Asís, según la tradición, llegó a Montserrat caminando desde Barcelona, porque se negó a cabalgar. José María de Mena, en su delicioso libro "Curiosidades y leyendas de Barcelona", explica la siguiente anécdota: "También se dice que habiendo manifestado San Francisco su propósito de ir a visitar a la Virgen de Montserrat, los consejeros de Barcelona le ofrecieron un caballo para hacer el viaje, pero Francisco lo rechazó diciendo que si Jesús había ido a Jerusalén en burra, él no podía aceptar un caballo. Ni siquiera la burra, pues no era digno de igualar a Jesús, y por tanto, él haría el viaje a pie. De ahí quedó en Barcelona la frase "Ir con el caballito de San Francisco", para indicar que se viaja a pie". De este hecho de San Francisco (de Barcelona a Montserrat hay unos 60 kilómetros) quizá venga la costumbre de hacer el camino de Barcelona a Montserrat a pie, durante la noche, para llegar al monasterio al amanecer. Tradición, por cierto, que yo he cumplido dos años consecutivos.

Goethe, Ignacio de Loyola y Francisco de Asís. Por no hablar de Wagner. Grandes hombres que buscaron el "Montserrat ideal". El hermano Marcos de Goethe, o el Parsifal de Wagner, no hacen más que seguir los pasos de tantos y tantos humildes peregrinos, que desde toda Europa, encontraron en la virgen negra (la Virgen de Montserrat) consuelo y remedio a sus penas.

Existe la posibilidad de que uno de ellos fuera Leonardo Da Vinci. Con raíces catalanas, y quizá incluso con familia en Barcelona. Un antepasado suyo (Giovanni Da Vinci) murió en Barcelona en 1406. Donde, seguramente, dejó familia y amigos. Leonardo Da Vinci tuvo trato con algunos personajes que se distinguen por un rasgo común: sus antepasados eran herejes huidos del Pirineo catalán, tras la Cruzada contra los cátaros de la primera mitad del siglo XIII. Entre ellos, Francesco da Melzi (descendiente de la familia catalana de los Melción), y quizá Gian Giorgio Allione (emparentado con los Alió), que como él sirvió al rey de Francia (Francisco I) en el año 1518. Pero también conoció a Americo Vespucci (le regaló un libro), un descendiente de catalanes establecido en Florencia, de nombre Aimerich Despuig; y a la familia Geraldini, emparentada con Lisa Geraldini del Giocondo, la célebre Gioconda (Antonio Geraldini fue embajador de Florencia en Barcelona).

Demasiados vínculos con Barcelona para ser producto de la casualidad. Mi sospecha pasó a ser convencimiento cuando, mi amigo Toni Babia i Privat, averiguó que cerca de Martorell existe un enclave (un mirador natural), con una panorámica prácticamente idéntica a la que podemos encontrar en el cuadro conocido como La Gioconda.

Posteriormente, con mis viajes a Vinci (en la Toscana italiana) y a Vince (en el Departamento francés de los Pirineos Orientales), supe: 1) que fue la familia Da Vinci la que dio nombre al pueblo de Vinci, y no al revés; y 2), que Da Vinci podría derivar del antiguo Vinciano (hoy Vince o Vinçà), pueblo de la comarca catalana del Conflent.

Sí, los Da Vinci tendrían origen catalán. Su escudo lo expone claramente, ya que es idéntico al del Reino de Mallorca, que gobernó en la Cerdaña, el Rosellón y el Conflent durante tres cuartos de siglo: desde la muerte de Jaime I el Conquistador (Jaume I el Conqueridor), hasta su recuperación (por la Corona de Aragón) por parte de Pedro el Ceremonioso (Pere el Cerimoniós).

Leonardo habría estado dos veces en Cataluña: en 1481-1483, y en algún momento durante el primer decenio del siglo XVI. Habría visitado Barcelona, Montserrat y su tierra natal: Vinciano, la actual Vinçà. Este "paisaje vital" lo habría plasmado en su obra pictórica, en sus dibujos y en algunos de sus relatos. En Montserrat habría pintado al menos un cuadro (su "San Jerónimo"), y habría tomado notas para pintar alguno más ("La Virgen de las Rocas", "La Gioconda"). Algunos retazos de este "paisaje vital" aparecen asimismo en su "Anunciación". Y tal vez la famosa sonrisa de La Gioconda tenga algo que ver con la beatífica expresión de la virgen negra de Montserrat.

Leonardo, el hereje, el cátaro, habría expuesto su disidencia religiosa en su cuadro "La Adoración de los Magos", que no finalizó para no acabar en la cárcel, o peor, en la hoguera. Estos años de estancia en Cataluña, de 1481 a 1483, yo los llamo "los años perdidos de Leonardo da Vinci". Es una época escasamente estudiada, y mal comprendida.

El documental "Leonardo, Montserrat y el secreto de la Giocoda" es un modesto intento de sacar a la luz un período inédito, inexplorado, de la vida del singular artista, científico y filósofo florentino con raíces catalanas.

Autor: José Luis Espejo.

Artículo prublicado en el web del Institut Nova Història (INH) en 05-05-2009